jueves, 31 de julio de 2008

...pasa el domingo en Yudanaka

Esto se podría considerar casi como una continuación de una de las entradas del año pasado.

Por los comentarios de anteriores entradas, muchos están interesados en la comida de por aquí y, sobre todo, en la americana. Bueno, pues es un buen momento para contar algo más sobre ambas cosas.

La semana pasada Yamada, la secretaria del instituto donde estoy trabajando, al igual que el año pasado, me invitó a ir al ryokan (hostal estilo japonés) del hermano. La verdad es que algún día tendré que agradecer de alguna manera todo lo que me ha ayudado hasta ahora Yamada-san, desde ayudarme con mis primeras compras el año pasado hasta conseguirme un alojamiento barato este año.

El domingo quedé con ella a las diez de la mañana para ir hasta Yudanaka, un pueblo cercano al Jigokudani Yaen Kooen, el parque de los monos salvajes. Cuando intentamos ir el año pasado estuvo lloviendo durante todo el día, por lo que nos fue imposible ir al parque. De todas maneras, ya había estado allí con unos compañeros, pero esto, de momento, no lo conté en el blog, porque fue la última semana y todavía está pendiente de publicación (algún día completaré la historia del año pasado).

Además de Yamada, su hijo y de mí, también iban la americana, Clear, y una chica tailandesa que está haciendo el post-doc aquí, Poisan. Por cierto, Clear me dijo que se volvía la semana que viene para casa, así que ya no tenéis que hacer más comentarios sobre ella.

Al igual que el año pasado, estuvimos en una especie de reunión de la asociación de Yamada-san. Esta vez comimos fuera de la casa de una manera un poco diferente. Primero pongo la foto y luego comento.

Pusieron un canalón de bambú por el que hacía pasar una corriente de agua. Luego empezaron a echar ramen, udon, soba y espaguetis, de manera que teníamos que cazarlos a medida que iban pasando por el canalón. Además de esto, también echaron distintos tipos de tomates, melón y una especie de calabaza. Os aseguro que es bastante difícil atrapar un tomate cherry con palillos mientras bajan a toda prisa por una caña de bambú. Menos mal que al final del canalón pusieron un escurridor para recoger lo que no atrapábamos, que no era poco. Es una forma diferente y muy fresca de comer en el verano. Creo que importaría la idea, de no ser por la sequía que tenemos en España.

Después de comer, el hermano de Yamada nos llevó en su autobús hasta el parque de los monos. Nos dejó al comienzo de un sendero por el que fuimos hasta el rotenburo (onsen al aire libre) donde los monos se bañan. Estuvimos caminando aproximadamente media hora a la sombra de cedros, pinos y castaños, a la vera de un canal de agua.

Lo mejor fue escapar del calor de Nagano, porque allí, entre las montañas, hacía una temperatura muy agradable. Cuando llegamos dónde los monos, a pesar de que no hacía frío, estaban bañándose en el rotenburo, y eso que el agua tenía que estar a más de 40-45 ºC.

Si alguien está interesado en ver algo más de los monos, aquí puede hacerlo.

Por lo visto, esta es la mayor comunidad de monos salvajes que queda en Japón. Aunque de salvajes les queda el nombre, porque están tan acostumbrados a la gente que parece que están posando para la multitud de fotógrafos que, a veces, viajan hasta la prefectura de Nagano sólo para ver los monos bañarse.

Volvimos al autobús por el mismo camino y cuando llegábamos de vuelta al ryokan, empezó a llover y no paró en toda la tarde. Yo me tomé un baño en el onsen del hostal, y os aseguro que es un placer estar bañándose en esas aguas termales viendo a través de una cristalera caer la lluvia. Después me fui a una habitación estilo tradicional, con suelo de tatami, donde estaban todos medio dormidos. Yo también sucumbí a la tentación de echarme una siesta, tendido en el suelo.

Después de la siesta, antes de volver para Nagano, cenamos oyaki, que es una especie de bollo preñao, hecho de una pasta de trigo, muy suave, relleno de distintas verduras y lo que parecía un dulce de castaña.

Y con esto cierro lo que fue mi tercer fin de semana en Japón.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

martes, 29 de julio de 2008

...cruza la carretera en Japón

Este fin de semana decidí quedarme en Nagano, ya que, como tenía que mudarme de habitación, así aprovechaba para hacer algunas compras y adecentarla un poco. Curioso, de vez en cuando se me escapa llamarla casa. En fin, uno se acostumbra a todo.

El sábado me levanté bastante tarde y me fui a dar un paseo por el centro de Nagano. Estuve recorriendo tranquilamente algunas calles por las que nunca había estado. Cuando voy caminando por ahí me gusta ir mirando los letreros e intentando comprender lo que ponen. La verdad es que ya empiezo a entender algún kanji, por lo menos los más sencillos y los que más veo por ahí. El caso es que estaba paseando e inconscientemente iba “leyendo” como buenamente podía los letreros, cuando me encontré con el siguiente, el cual entendía bastante bien:

Pues sí, por lo que parece hay un restaurante español en Nagano. El año pasado, mi jefe me comentó que había uno, pero no me acordé nunca más de él. Por fuera tiene trazas de ser bastante caro, pero me planteo entrar, aunque sólo sea una vez para ver cómo es y qué es lo que ponen. Quién sabe, a lo mejor hasta el dueño es español, pero lo dudo bastante, porque en la entrada tenía puestas unas botellas de vino y la mayor parte eran italianas y francesas. Si el dueño fuera español no creo que pusiera esas botellas precisamente. Ya os contaré si al final mi vena chovinista me lleva hasta este restaurante.

Bueno, que me estoy yendo por las ramas. Y, como indica el título de la entrada, esta es una versión de ¿por qué el pollo cruzó la carretera? Lo que quería era contaros un par de cosas de cómo caminar por Japón y de los riesgos que entraña una ciudad nipona para un paleto de provincias como yo.

Lo primero y más evidente es que en Japón los coches circulan por la izquierda de la carretera. Los que estáis o estuvisteis viviendo en países donde se conducía de esta manera ya sabéis a lo que me refiero. Es decir, cuando uno se pone a cruzar la calzada, instintivamente mira hacia la izquierda, pensando que los coches le van a venir por ahí. Ese pequeño gesto, totalmente inconsciente, es un peligro cuando te pones a caminar por uno de estos países en los que van al revés.

Haciendo un pequeño inciso, cuando voy en coche con alguien, siempre me asusto alguna vez, porque cuando el conductor hace algún cambio de dirección, me parece que va a chocar con los coches de enfrente.

De todas maneras, lo más peligroso de aquí, para el peatón no acostumbrado, son los semáforos. Echar un vistazo a la siguiente foto:

Como se puede ver en la foto, el semáforo está muy alejado del paso de peatones. En ocasiones, la distancia del semáforo al comienzo de la calzada es mayor que la anchura misma del paso de peatones. Mi teoría sobre este tema es que así ahorran postes, porque usan el mismo para varios semáforos. Esto es bastante peligroso si no estás acostumbrado, ya que hay veces en las que piensas que estás a punto de pasar por un paso de peatones y que los coches te tienen que ceder el paso, pero no es así. De manera que siempre que me acerco a algún paso de peatones que no conozco tengo que andar con mucho cuidado, ya que no es la primera, ni será la última, vez que casi me lleva un coche por delante.

Ahora puedo seguir contando el resto del sábado. Después de terminar con mi paseo, me volví para el despacho a echar un vistazo al correo y cuando me entró hambre pensé en ir a comer algo. Pero no me apetecía buscar ningún sitio donde cenar, así que decidí aventurarme y cocinar yo algo por mi cuenta. Y sí, se trataba de una aventura, debido a mi conocida nulidad ante los fogones. Como dije en la entrada anterior, en mi nueva habitación tengo una pequeña cocina.

Esta cocina tiene una especie de pequeño horno con una parrilla dentro:

Por aquí se deben de usar bastante este tipo de cocinas, por lo menos yo las he visto mucho a la venta en los grandes almacenes. Son pequeñas y se ponen directamente sobre una especie de meseta sin tener que hacer ninguna obra más.

El caso es que me fui al supermercado y, mirando por ahí, al final me decidí por coger lo que parecían unas pechugas de pollo. Compré sal, un poco de aceite y algo de postre. Cuando llegué a la habitación y abrí el paquete de las pechugas, me encontré que… sí hombre, era pechuga de pollo, que para eso me llevo el diccionario al supermercado, no veáis qué espectáculo entre las marujas japonesas. No, el problema era que la pechuga estaba entera, sin filetear, así que allí me teníais a mí, con el pollo que intentó cruzar la carretera sin éxito, un cuchillo sin afilar que el anterior inquilino se había dejado y mi destreza en bruto en el arte de la carnicería. Al final resultó eso, una carnicería, pobre pollo. Pero conseguí sacar algo parecido a unos filetes. Los puse en la parrilla, les di caña con el fuego y no me quedaron nada mal. Ya sé que unas pechugas de pollo no parece gran cosa, pero es que no tengo más cacharros de cocina y no tengo ganas de comprarlos para el tiempo que me queda aquí y para las veces que voy a cocinar.

Visto el éxito alcanzado, la próxima vez intentaré mejorar la receta. De todas maneras, chicas, fijaros que joya, si he podido cocinar algo comestible en Japón, imaginaros lo que sería capaz de hacer en España, si es que soy un buen partido.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

domingo, 27 de julio de 2008

...se muda de habitación

Sé que debería ponerme a escribir la segunda parte de lo que sucedió durante la semana de la Carbon Conference, pero es que me faltan fotos, y si sigo esperando a que me las envíen, entonces me voy a retrasar bastante en escribir cosas aquí. Así que en las próximas entradas voy a ser un poco desordenado, espero que lo comprendáis.

Pues sí, esta semana me he tenido que mudar de habitación. La historia resulta un tanto enrevesada, así que espero contarla suficientemente bien, como para que se entienda.

Antes de venir a Japón, ya sabía que tenía que abandonar la habitación de la Guest House de la universidad entre los días 25 y 28 de julio y luego entre el 1 y el 5 de agosto. Estos días tenía pensado ir a un hotel cercano al campus y que no me salía demasiado caro. Mi jefe me dijo que tenía que sacar las cosas de la habitación el día 24, así que ahí estuve la noche anterior preparando la maleta, y al día siguiente camino del despacho con todas mis pertenencias a cuestas. Yo estaba con la mosca detrás de la oreja, porque las cuentas de lo que me había costado la habitación no me cuadraban. Al día siguiente, el jueves 24, mis sospechas se confirmaron. A media mañana, mi jefe me dijo que se había equivocado y que podía quedarme una noche más en la Guest House. Total, que tuve la maleta durante un día y medio en el despacho. Después de darme esta noticia, la secretaria me dijo que podía quedarme en la Guest House del 1 al 5 de agosto porque alguien había cancelado su reserva, con lo cual no tendría que volver a mudarme en lo que quedaba de estancia. Y para terminar con los cambios de habitación, al final de la mañana, la secretaria me vino con la noticia de que podía ir al día siguiente mismo a otra habitación, en la International House, que es dónde estuve el año pasado, y que podía quedarme hasta mi vuelta a España. La noticia era buenísima, porque, aunque en la Guest House no tenía que pagar luz, agua ni gas, y me limpiaban las sábanas y las toallas, me saldrá a mitad de precio más o menos.

El viernes fui a pagar la estancia en la nueva habitación, y le entendí a la secretaria que podría entrar en la habitación a partir de las once de la mañana, después de que dieran de paso el gas. Pero, en realidad era que tenía que estar allí para cuando llegaran los de la compañía del gas, cosa que no hice, claro. Así que la pobre secretaria tuvo que llamar por mí a los de la compañía del gas para que volvieran por la tarde. Luego fui hasta la habitación, y me encontré allí al hombre de las oficinas de la universidad al que le había pagado la habitación, el cual no entendía ni papa de inglés, así que me las entendí con él en una mezcla de mi japonés macarrónico con el lenguaje internacional de las señas, infalible. Al final no tuve ningún problema más.

Después de esta parrafada, aquí os van unas fotos de la habitación, porque creo que el año pasado no puse ninguna. Esta es la entrada, con la cocina:

Aquí está la otra parte de la habitación.

Y esta es la cama, que está en la zona de la derecha de la anterior imagen.

Encima de la cama podéis ver la compra que tuve que hacer, ya que en esta habitación no tengo ni sábanas, ni almohada, ni otras muchas cosas que tendré que ir comprando.

Por último, me vais a permitir una pequeña reflexión. Echar un vistazo a la siguiente foto:

En esta maleta caben dos meses de mi vida. Lo dejo así, porque no quiero aburriros más por hoy y menos con una disertación filosófica. El caso es que estos días me sentí como un caracol, arrastrándome por Japón con mi casa a cuestas.

Abrazos para ellos y besos para ellas.

viernes, 25 de julio de 2008

...asiste a la carbon (I)

En primer lugar, tengo que hacer una corrección de la entrada …pasa el fin de semana con otros asturianos, y es que los discursos de inauguración tuvieron lugar el lunes 14 por la mañana y no el domingo 13, como tengo escrito. Es que, después de una semana de congreso, uno ya no sabe ni lo que escribe.

El caso es que me estoy retrasando en esto de escribir. Mañana hará una semana que terminó la famosa conferencia y todavía no he puesto casi nada sobre ella.

Los dos primeros días de conferencia (lunes 14 y martes 15) fueron, en mi caso, los más intensos en cuanto a trabajo. Resulta que las charlas que más me interesaban las pusieron esos días, incluso me coincidieron unas cuantas en salones diferentes a la misma hora.

No es que yo tuviera mucho trabajo, ya que no tuve que dar ninguna charla, otra vez será. Pero, el lunes por la tarde tenía sesión de pósteres, es decir, tienes que condensar tu trabajo en un póster de 90x180 cm, el cual cuelgas en una pared durante dos horas para que la gente lo mire y pase de él. Yo mandé tres contribuciones de este tipo pero, a pesar de la organización japonesa, tuve que poner los tres el mismo día. Y por si fuera poco, además de mis pósteres, dos de mis compañeros habían enviado uno cada uno, y también los pusieron el mismo día. Así que teníamos cinco pósteres y nosotros éramos tres. Por suerte, pusieron juntos los dos de mis compañeros y dos de los míos, así que nos pudimos organizar. De todas maneras, a la vez que la sesión de pósteres se servía un pincheo, y la gente, hambrienta, lo único que hizo fue comer y beber. En parte, fue una suerte para mí, porque así no me hicieron ninguna pregunta. Además, había unas colas impresionantes para buscar la comida, por lo que no quedó mucho tiempo para ver los pósteres. Para que os hagáis una idea de cómo es eso de un póster, aquí os va una foto:

El de la derecha es mi jefe de aquí, Kim-sensei. El póster de la foto contenía un resumen del trabajo del año pasado.

Después de la sesión de pósteres, Fabián y yo nos juntamos a una gente de Alicante (con los que él estuvo trabajando durante tres años) y nos fuimos a tomar algo por ahí. De esto yo no tengo fotos, a ver si me las pasan. De todas maneras, tampoco tiene mucha historia, ya que nos volvimos pronto para el hotel. En mi caso, de nuevo, caminata de media hora hasta mi habitación.

Una de las cosas que más me llamaron la atención, a la vez que más me gustó del congreso, fue el poner caras a la gente que sólo conoces de haber leído sus artículos. A los futbolistas, a los actores, a los famosos en general, siempre los ves por la tele. Pero para ver a esta gente tienes que ir a un congreso de este tipo. Y esto enlaza con la anécdota del martes.

Después de otra mañana entre charla y charla, en uno de los descansos, ahora no recuerdo la hora, estábamos Tascón, Fabián y yo en el vestíbulo del hotel cuando llegó Harold W. Kroto. Por el nombre no creo que os suene a la mayor parte de vosotros, pero este tío ganó el premio Nobel de química en 1996, compartido con dos americanos, por el descubrimiento de los fullerenos, una especie de balón de fútbol que levantó muchas expectativas en su momento, pero si alguien quiere saber más sobre el tema, ya sabe, a buscar en google. Además de tener el Nobel, es todo un caballero de la reina, vamos, que es un Sir de la pérfida Albión. El caso es que Tascón le dijo que tenía una cosa para él, así que nos dejó allí a Fabián y a mí con Sir Kroto y esposa, sin saber qué decir. Menos mal que era una gente muy maja, la señora nos sacó conversación y todo, es más, según parece el hombre estuvo en Oviedo en dos o tres ocasiones, así que pudimos rellenar esos minutos en los que Tascón fue a buscar lo que tenía para él.

Del martes, poco más tengo para contar. Nos tomamos unas cervecillas con un alemán residente en Estados Unidos con el que Tascón y Fabián tenían que hablar de trabajo, pero al final hablamos hasta de fútbol. Por cierto, dijo que, aunque era alemán, le gustó que ganara España la eurocopa de fútbol. Supongo que lo diría por ser amable con nosotros.

De momento, esto es todo. Intentaré terminar pronto con la semana de la conferencia. Lo malo es que me faltan fotos, ya que era Fabián el que llevaba la cámara, y de los días que quedan hay alguna imagen que quizá merezca la pena enseñaros.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

miércoles, 23 de julio de 2008

...come un helado en Japón

Por petición popular, voy a hacer un pequeño intermedio en la narración de la semana de la Carbon Conference. Según parece el nivel de frikismo (Joel, se trata de una hispanización del término en inglés, así que me tomo alguna licencia) no está a la altura de los lectores y les interesa más mi vida social que mi trabajo. Pues se van a quedar con las ganas de momento, porque voy a hablar del helado que me dio hoy la secretaria del instituto donde estoy trabajando.

Y ahora me diréis “¿Qué tiene de raro?”. En principio nada, pero es que para un asturiano, un tío de pueblo como yo, con poco mundo, lo primero que se le ocurre cuando le dan una cosa así es hincarle el diente cuanto antes mejor por si se derrite. Así que allí me lancé al ataque, a meterme en la boca el susodicho helado… bueno, las mentes calenturiento-freudianas deben estar trabajando ahora que da gusto, malpensados, que sois todos unos malpensados. El caso es que, cuando le hinqué el diente, noté que estaba, además de muy frío, inusualmente duro. Sin desfallecer volví a intentar echarle un mordisco, con el mismo resultado. Así que por fin, mi alma de investigador en ciernes, me dijo que si no podía morderlo es que algo fallaba. Resulta que el maldito helado era algo parecido a un flash de aquellos que yo comía en los años 80, con una cobertura de plástico. Esto es lo que quedó después de comer el helado:

Las mentes a las que hacía referencia más arriba están ahora echando humo.

No sé vosotros, pero para mi era la primera vez que veía un helado así. Y es que por aquí lo envuelven todo por separado. Es lo bueno de estar en un país tan diferente, hasta de la mayor tontería se pueden sacar varias fotos y una página entera sobre cómo comer un helado.

En otro momento seguiré con la semana de la Carbon Conference para recuperar el tono formal.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

domingo, 20 de julio de 2008

...pasa el fin de semana con otros asturianos

En ésta y las siguientes entradas intentaré contar cómo fue esta segunda semana en Japón. Como resumen general puedo decir que la he pasado con Tascón, mi jefe, y Fabián, futuro jefe, en la Carbon Conference 08. Pero no os creáis que voy a dar el coñazo sobre un congreso en el que se reúnen un montón de freakis del carbono para hablar de algo que sólo entienden ellos… bueno, algo tendré que hablar de ello, para que no os penséis que no vine a trabajar.

Tascón y Fabián llegaron el sábado 12 a Nagano sobre las 6 de la tarde. Este día no tuvo mucho más para contar, salvo que por la mañana me compré una Nintendo DS que me va a hacer compañía el resto de la estancia.

El domingo nos fuimos a Matsumoto. Si os acordáis, hablé de esta ciudad y de su castillo en una de las primeras entradas del año pasado. Como la foto de la anterior entrada no se puede agrandar, aquí os pongo una vista diferente.

Al igual que el año pasado, una guía voluntaria se nos acercó para enseñarnos gratuitamente el castillo. Como curiosidad, decir que este año hemos podido entrar en un ala que el año pasado estaba clausurada por reformas. Se trata de la construcción de la izquierda en la foto de arriba. No sé si lo podéis apreciar, pero es algo diferente de las otras partes del castillo. Se construyó en una época de paz, por lo que su fin no era militar y por lo tanto tiene ventanas mayores que las demás. Se trata de una sala para observar la Luna. Según se dice se podían ver tres Lunas: la primera, la que todos conocemos; la segunda, la que se refleja en el estanque anexo; la tercera, la que se refleja en el vaso de sake que te estás bebiendo tan a gusto allí sentado. Supongo que al final, como nos hizo observar la guía, después de unos cuantos vasos de sake, se podrán ver al menos seis lunas.

Cuando terminamos la visita al castillo se nos acercó otra guía que se había enterado de que éramos españoles. Resulta que la mujer había estado en Murcia cuando era joven y, a pesar de que debió ser al menos hace 40 años (a juzgar por su aspecto físico), la señora todavía hablaba bastante bien el castellano.

Después de volver a Nagano fuimos al hotel donde se iba a celebrar el congreso, porque iba a tener lugar la entrega de documentación y la ceremonia de inauguración, donde nos dieron algo para cenar. Sobre la inauguración, poco tengo que contar. Varios discursos aburridos y casi clavados de unos cuantos políticos, el director de la Universidad local… También habló el organizador del congreso, Morinobu Endo, que también es el director del instituto donde estoy haciendo la estancia. Este hombre está nominado para el Nobel desde hace varios años, así que parece que tiene bastante poder, porque hasta el primer ministro de Japón envió una carta de bienvenida para el congreso.

Tras este trámite, nos fuimos a tomar una cerveza a un garito, del cual tendré que hablar más adelante, que queda en una de las calles en frente de la estación de Nagano.

Luego, Tascón y Fabián se fueron para sus habitaciones, que estaban en el mismo hotel del congreso, y yo me volví para la mía, tras una caminata de media hora, ya que la Universidad queda un poco alejada del hotel, que está al lado de la estación de tren. Ya sé que estas referencias no os sirven de mucho pero es para que os hagáis un poco de idea de cómo es esta ciudad.

De momento esto es todo, espero poder terminar con esta semana antes de que ocurra algo más interesante para contar.

Abrazos para ellos y besos para ellas.

viernes, 11 de julio de 2008

...duerme en Japón

En la anterior entrada me olvidé de nuestro ilustre embajador en tierras chipriotas, donde se encuentra Carlos, conocido por los lectores del blog del año pasado, así que saludos también al reino de Monkey Island.

Esta semana estoy en contacto íntimo con mi jet-lag, así que no he podido hacer gran cosa. Después de la primera noche, en la que me fue bastante bien, las tres siguientes han ido a peor. Tengo una nueva teoría sobre el jet-lag, y es que el primer día duermes bien porque llevas levantado al menos 20 horas, gran parte de las cuales has estado sentado en un avión. Así que cuando llegas a la cama, te falta tiempo para quedarte dormido. Pero al día siguiente, cuando el cansancio físico extremo ya ha sido paliado, no puedes dormirte hasta que llegan las 4 de la madrugada. De esta manera, cuando suena el despertador, no es que tengas la sensación de no haber dormido nada, es que no lo has hecho.

Además está la luz. Como ya os dije, el sol sale a eso de las 4:30 de la madrugada, con lo cual hay tanta claridad como en España a las 9 de la mañana. La diferencia horaria es de 7 horas en esta época del año, pero creo que debería ser más, porque a las 7 de la tarde ya es casi de noche, pero no se van para casa, si no que los horarios comerciales son parecidos a los españoles, así que se gastan un montón en electricidad. En fin, como hay que acostumbrarse a todo, pues también habrá que hacerlo a esto. No me resultaría muy difícil de no ser porque en mi habitación no hay persianas, y aquí enlazo con lo que os quería contar.

Este año me alojo en otra habitación, diferente de la del año pasado. Como nunca os puse fotos de la del año pasado, pues no pasa nada. Aquella habitación estaba bastante bien, pequeña pero funcional, con cocina y baño incluidos. Este año estoy en un sitio que llaman Guest House, que es como una especie de hotel. Las primeras compras que hice el año pasado fueron de ropa de cama con mi jefe, incluso antes de ver la habitación. Este año por lo menos no me hizo falta, porque la habitación tiene ropa de cama y toallas, que no me hacen falta lavar porque las recogen ellos, además de limpiar el baño. Tiene dos camas, así que si alguien quiere hacerme una visita, tiene cama. El baño está dentro (de la habitación, no de las camas).

Hice un video de la habitación completa, pero no es plan de colgarlo aquí. Además, no estoy seguro de si filmé el espejo, lo estaba haciendo en pijama y, tranquilas chicas, os podéis imaginar cómo es mi pijama… pero que conste que uso uno.

El alojamiento es muy parecido a uno de esos hostales de larga estancia que existen en algunos sitios. Hay una nevera y un microondas en el vestíbulo de entrada, pero no tiene cocina. La verdad es que el año pasado no cociné nunca ya que, aparte de mi nulidad en las artes culinarias, hubiera sido muy peligroso manejar el gas con instrucciones en japonés, o comprar productos en supermercados japoneses, ambas cosas podrían haber resultado explosivas. Estaréis diciendo que menudo lujo de habitación, bueno, pues el lujo se paga, este año me va a salir muchísimo más caro, pero era lo que había. Por lo menos no tengo que pagar aparte ni el agua ni la luz, que este año iba a ser bastante gasto, por aquello del aire acondicionado, necesario en ésta época.

Aquí os pongo una foto del vestíbulo.

No sé si lo podéis ver bien, pero para entrar, como buen lugar japonés, hay que quitarse los zapatos. Por cierto, en esta foto también se ve una plancha en el armario del fondo, así que este año no voy a necesitar comprar una. Sin embargo, no todo van a ser ventajas. Si recordáis, el año pasado a fin de cuentas era bastante fácil usar la lavadora. Bastaba con meter 200 yenes y ella se encargaba de todo lo demás (esto suena a otra cosa). Sin embargo, este año la lavadora es gratis, así que tendré que currarme yo el resto, pero esto puede ser un buen material para otra entrada. Hace un par de días compré jabón para hacer la colada, o al menos esa fue mi intención, porque ya no me acordaba bien de cómo era el recipiente, así que lo hice un poco a boleo, ya os contaré de qué color me queda la ropa.

De momento esto es todo. Ya veis que este año no tengo mucho interesante para contar, pero se hará lo que se pueda. La semana que viene hay una conferencia internacional aquí en Nagano, al que vendrán mi jefe y un compañero (en breve, también jefe). Ellos llegan mañana, así que no creo que tenga mucho tiempo para escribir esta semana. Ya os contaré cómo me fue en el congreso.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

martes, 8 de julio de 2008

...regresa a Japón

Hola gente,

¿Cómo va todo por los reinos ibéricos? ¡Ah, bueno! Casi se me pasa mencionar a la pérfida Albión, donde este año tenemos a una embajadora.

El caso es que no sé por dónde empezar… algunos estaréis diciendo “por el principio” pero… ¿cuál es el principio? Por ello comenzaré por el final, es decir: estoy entero, relacionándome íntimamente con mi jet-lag, combatiéndolo ferozmente escribiendo estas líneas.

Ahora voy a hacer un pequeño flash-back y me voy a remontar al viernes pasado. Y por qué, os preguntaréis, pues ya lo veréis. El caso es que el viernes me fui de cena con los compañeros de trabajo y, como alguna se podría enfadar, voy a llamarlos amigos del trabajo. De manera que llegué a las tantas a casa para dormir algo, ya que el sábado marchaba con mis padres para Madrid. Yo tenía que mandar un correo a Kim, mi jefe de aquí, para comunicarle la hora de mi llegada a Japón y, en concreto, a Nagano, porque no me había dado tiempo el viernes antes de marchar del trabajo. Así que bajé para Oviedo, a casa de mi tía Rosi para poder enviar el correo, porque, como casi todos sabéis, no tengo Internet en casa. Por otro lado, mi madre había bajado para ir a un funeral antes de levantarme yo. El caso es que mi madre me llamó para subir juntos a lo que yo, que había dormido cuatro horas y estaba escribiendo un correo en inglés, le respondí que sí…sin pensar que había bajado en moto. Imaginaros la movida, llamando a mi padre para que bajara a buscar a mi madre y tragándome las burlas de mis tíos, primos y padres. Pero, ya me contaréis si vosotros os hubierais dado cuenta en mi situación tanto física como mental.

Toda esta parrafada viene a cuento de que, como podéis ver, he empezado con buen pie, más que nada porque, con esta previa del viaje, el resto sólo podía ir a mejor. Quien no se conforma es porque no quiere.

Después del despiste generalizado, llegué a casa y me puse a hacer la maleta ayudado por mi madre. Como siempre a última hora, sino no tendría gracia. Comer y salir hacia Madrid a las cuatro de la tarde. El viaje en coche no tuvo mucha historia. En Madrid nos quedamos en un hotel, donde nos vimos con mi hermano que subió desde Alicante porque quería ir a despedirme (snif, un breve instante para una pequeña lágrima). Nos fuimos a cenar, donde el camarero, con la prisa que tenía, sólo le faltó darnos él mismo de comer. Vuelta al hotel y para la cama.

El domingo tenía mi primer vuelo a las 10:30 así que sólo nos dio tiempo a levantarnos e ir directamente para el aeropuerto. Menos mal que fuimos temprano, porque había una cola impresionante para facturar para el vuelo de Ámsterdam. Supongo que todo el mundo se estaría yendo de vacaciones. Tras facturar, nos tomamos un pequeño desayuno y me fui para el embarque. El resto os lo podéis imaginar, abrazos, besos y demás. Comenzaba el viaje, no había marcha atrás.

Poco más puedo comentar sobre los viajes de avión. Bueno sí, en la zona de embarque de Barajas vi a un tío que iba con un jamón al hombro de equipaje de mano. No sé para dónde iría, pero el sistema de transporte era digno de comentario. Tal vez yo sea un poco paleto, pero nunca había visto llevar un jamón al hombro sujeto por correas como si fuera una mochila. Yo pensaba que esta página era una fricada, pero ahora veo que tiene futuro.

El resto era tierra conocida, una pesadez de viaje que se hace un poco más llevadero gracias a la posibilidad de ver las películas que quieras, escuchar música, jugar o dormir. Tras 11 horas metido en el avión me recibieron el calor, la lluvia y la humedad de Tokio. Fue allí, en Narita, donde observé el primer cambio respecto al año pasado, y es que este año parece que hay mayor control de seguridad. Después de bajar del avión, había un hombre con una cámara para medir la temperatura de la gente que pasábamos, supongo que sería para prevenir enfermedades. A continuación, en el control de pasaportes nos hicieron una fotografía y nos tomaron las huellas dactilares con un sistema digital. Por último, a la salida de la zona de llegada me registraron todo el equipaje, aunque esto creo que fue por la barba y, sobre todo, por la foto que tengo puesta en el pasaporte, digna del peor de los terroristas. Tras comprobar que mis calzoncillos no revestían peligro alguno para la integridad de los japoneses y japonesas, la amable guardia de seguridad me dejó marchar. Y digo amable por dos razones. La primera, porque me desempaquetó la maleta, la cual había envuelto con plástico en Barajas, antes de la salida. La segunda, porque el champú se me había abierto y me había ensuciado el neceser y ella sacó un rollo de papel higiénico y se puso a limpiar el estropicio. Una cosa que sólo puede suceder en Japón.

A continuación cogí el tren para ir a Nagano. En el Narita Express, que conecta el aeropuerto con Tokio, me dormí y no me pasé de estación casi por casualidad. Lo mismo me pasó en el shinkansen para Nagano, pero, por suerte, este tren termina aquí, así que no tuve problema con dormirme. Es curioso cómo el año pasado estaba tan nervioso al empezar a coger el tren y ahora lo hago con total normalidad, lo que hace la experiencia, aunque sea corta. En parte, resulta extraño volver a la rutina de aquí, pero, por otro lado, es como si no hubiera pasado tanto tiempo.

Una vez en Nagano, me fue a buscar mi jefe y me llevó a la habitación donde voy a estar este año (ya os hablaré de ella), salvo unos días que estaba ocupada desde hacía tiempo y tengo que mudarme, ya veremos a dónde. Luego llegaron los reencuentros y las presentaciones de la gente de por aquí. Hay muchas caras nuevas, sobre todo de gente de fuera, ya que este año parece que hay bastantes chavales haciendo estancias de investigación, sobre todo de Corea. Me instalé en el escritorio, que es el mismo que el del año pasado, pero movido de sitio.

Cuando volví a la habitación, me encontré que en el mismo piso se aloja una chica de Estados Unidos y que está en el grupo que estoy yo. Me dijo que sabía un poco de castellano, pero cuando intenté hablar con ella no me entendía casi nada.

Después de esto una ducha y para la cama. Curiosamente no me desperté a media noche, pero creo que fue por el cansancio, así que ya veremos qué ocurre las siguientes noches. Decir que por aquí tienen un horario un poco raro, ya que el sol sale sobre las 4:30 de la madrugada, y no tengo persianas, así que, menos mal que no me importa la claridad, porque sino lo iba a pasar mal.

El día de hoy (martes) está transcurriendo sin mucha historia. Tan solo reseñar que vi al jefazo del laboratorio. De todas maneras, esta semana no contaba con comenzar muy fuerte, porque la semana que viene hay un congreso internacional aquí y están bastante ocupados con ese tema. Así que estoy aprovechando para terminar mi relación íntima con mi jet-lag.

De momento esto es todo. Cuando pueda os hablaré de la habitación y otras cosas que se me ocurran.

Abrazos para ellos y besos para ellas.