miércoles, 24 de septiembre de 2008

...regresa a casa (I)

Lo había dejado en que me había vuelto a la habitación después de una charla con mi jefe con cervezas por el medio.

Al día siguiente (viernes 5 de septiembre) terminé de preparar la maleta y me pasé por los despachos para despedirme de la gente y terminar de hacer papeleo. Cerca del mediodía cogí el shinkansen hacia Tokio, ya que allí tenía que pasar la noche para coger el avión al día siguiente en Narita. Aquí tenéis una foto de mi vida resumida en una maleta y dos mochilas, en el andén de la estación de Nagano.

Dejé el tren en Ueno, que me quedaba mejor para ir al hotel que había reservado esa noche. De todas maneras había unos 10-15 minutos entre la estación y el hotel así que, con toda la carga que llevaba encima, el paseo se me hizo bastante largo, acabando con una sudada impresionante.

Una vez dejadas las cosas en el hotel, me fui a dar una vuelta por el barrio de Asakusa, que quedaba muy cerca, en concreto me llamó la atención una calle (ahora no recuerdo el nombre) en la que prácticamente todas las tiendas eran de menaje de cocina donde vendían todo tipo de cacharros, tanto para cocinar como para comer.

A última hora de la tarde fui a Odaiba en el tren elevado Yurikamome, del que hablé en una entrada del año pasado. Cuando llegué ya había anochecido, así que pude disfrutar de las vistas nocturnas del skyline de Tokio.

Este es el Rainbow Bridge, que une la ciudad con la isla de Odaiba, y también se puede ver al fondo la Torre de Tokio. La foto está sacada desde una playa, supongo que artificial como el resto de la isla, que estaba repleta de parejas de todas la edades. De hecho, creo que yo era el único tío que iba solo de toda la playa y el paseo al lado del río por el que estuve caminando durante un buen rato. Digamos que la zona era como el Naranco en Oviedo pero sin coches y sin las connotaciones sexuales que os estáis imaginando ahora mismo (y no me digáis que soy yo el que os instiga a pensar en eso).

En el paseo que me di por allí, llegué hasta la reproducción en pequeño de la Estatua de la Libertad que hay allí.

Otra prueba más de cómo los japoneses toman las cosas de fuera, las imitan y, normalmente, las mejoran, aunque este no es el caso.

Después de dar el paseo, me fui a cenar a una hamburguesería de una cadena japonesa, Mos Burger (me negué a entrar en un McDonalds). Al día siguiente tenía que madrugar, porque el tren hacia Narita me salía a las 7:30 de la mañana y tenía que volver a rehacer la maleta y mover cosas a las mochilas de mano para no pasarme de peso en la facturación.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

sábado, 13 de septiembre de 2008

...se despide de sus otros compañeros

El jueves pasado tuve mi segunda cena de despedida. Como ya dije, parece que se alegraban bastante de que me fuera.

En esta ocasión, la cena fue con alguno de los profesores, los chicos de posdoc y administrativos del instituto donde estaba. Me llevaron a un restaurante de yakiniku, lo que es carne a la brasa. Encima de la mesa te ponen un recipiente con las brasas y la parrilla, para poder hacerte la carne al gusto en el momento y se come con distintas salsas.

Encima de las mesas había unas campanas extractoras enormes, de manera que no se notaba demasiado el humo. El año pasado ya había estado en un restaurante de yakiniku, aunque el sistema era un poco diferente, pero como esto está pendiente de ser contado en algún momento, no voy a poner más sobre el tema en esta entrada.

Durante la cena me senté al lado del que era mi jefe en Japón, Kim (coreano, por si alguien no lo recuerda). La verdad es que fue el día que más hablé con él a lo largo de toda la estancia. Por mi experiencia, se adelanta más en asuntos de trabajo delante de una cerveza que en el despacho… lo malo es acordarse al día siguiente.

Además de carne, empezaron a rondar por encima de la mesa cervezas, sake y un licor coreano, hecho también de arroz, cuyo nombre no recuerdo (por lo complicado, no porque estuviera ebrio). De esta manera, se empezaron a desatar las lenguas, sobre todo la de mi jefe, y estuvimos hablando de costumbres coreanas, cristianas (él es cristiano), catedrales, Oviedo (estuvo hace unos años en una conferencia en Oviedo), la sidra… Al final, hasta me preguntó si tenía novia y me dio consejos de cómo elegir una buena esposa. Y para rematar, me dijeron que yo era guapo… sí, de verdad que me lo dijeron. Ya sé que ahora estáis pensando en dos cosas, o que querían ligar conmigo o que no veían como es debido por efecto del alcohol. La cuestión es que a los orientales les gustan las narices grandes, concretamente, el puente abultado, ya que ellos lo suelen tener hundido. Siempre nos gustan las cosas que no podemos tener. Así que, gracias a que mi nariz es… digamos que considerable, junto a mi puente prominente, acentuado por los golpes recibidos en kárate, pues parece ser que cumplo uno de los cánones de belleza japonesa. Esto podría habérmelo dicho alguna chica un mes antes… qué desperdicio.

Después de cenar, alguna gente se marchó, pero otros nos quedamos para tomar la última, palabras de mi jefe. Fuimos a un Watamin-chi, un restaurante que pertenece a una cadena japonesa. Allí aún pedimos más comida y cervezas. Allí probé por primera vez una ostra, la cual os pongo a continuación, para que veáis cómo se cocinaba in situ.

Además de esto nos dimos un atracón de sashimi, una especie de cogollos de lechuga con salsa, tomate, alas de pollo rebozado… y más cerveza.

En este caso, la tertulia giró en torno a seguir manteniendo el contacto y que sería muy provechoso para todos. Supongo que la conversación iba tendiendo cada vez más hacia un diálogo de borrachos, entrando en la etapa de “amigos para siempre”. De todas maneras, lo recuerdo todo bastante bien, así que no creo que haya bebido más de la cuenta.

Cuando nos volvimos no era demasiado tarde, pero la noche cundió lo suyo. Lo peor de todo es que yo al día siguiente tenía que coger el tren para Tokio, pero eso es otra historia.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

...llega a casa

¿Hay alguien por ahí?

Supongo que quedará poca gente, ya que el año pasado prometí actualizar el blog y no lo conseguí cumplir. Para los que aún leáis esto, espero terminar de poner algunas cosas más.

De momento voy a colgar esta breve entrada para decir que ya estoy de nuevo en casa. Al menos hasta ahora parece que llegué bien, sin demasiados problemas, quitando el cansancio y los desarreglos horarios. Pero como sé que lo importante no es mi salud ni el estado en el que haya podido llegar a tierras astures, en los próximos días (o más bien en las próximas semanas) iré comentando las cosas que me fueron pasando en la última semana y durante el viaje, ya que algunas no tienen desperdicio, para bien o para mal.

Para que la entrada no sea tan sosa, aquí os pongo una foto del viaje de vuelta.

Aunque lo pueda parecer, no es un anuncio de KLM. Pero la imagen no quedó nada mal.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

sábado, 6 de septiembre de 2008

...vuelve a España

Se me ha hecho un poco tarde, por aquí es casi la una de la madrugada, pero quería poner una entrada aunque fuera corta.

Esta es la última noche que paso en Japón, concretamente estoy en un hotel de Tokio. Nunca se sabe, pero las oportunidades de repetir una experiencia como esta no se presentan todos los días, así que seguramente sea la última vez que duerma en Japón, hasta que me pueda pagar unas vacaciones por estas tierras.

No quiero hacer ninguna reflexión sobre la estancia ni quiero aburriros con mis conclusiones. La parte socio/cultural ya ha quedado bastante explicada en las entradas. En cuanto a trabajo, este año no he puesto nada, pero no quiero hacer de este blog un muro de las lamentaciones, así que mejor sigo sin escribir sobre el tema.

Mañana salgo de Narita a las 11:30. Este año voy a hacer el viaje con un japonés que va a estar en Oviedo durante tres semanas. Llegaremos a Madrid a las 20:30, después de hacer escala en Ámsterdam. Así que haremos noche allí y al día siguiente iremos en autobús hasta Oviedo. Hoy salí de Nagano más o menos a las 12:00, hora local, y llegaré a Oviedo a las 14:00 del domingo, así que será un viaje de dos días y medio, con siete horas de diferencia horaria. No es que sea mucho, pero si juntamos que ayer tuve cena de despedida (la cual relataré en otra entrada, lo prometo… sí, de verdad que lo haré), las condiciones en las que me voy a quedar, van a ser un poco lamentables.

Por cierto, la peor parte se la llevará mi madre. El día de su cumpleaños le llega como regalo su hijo a incordiar de nuevo por casa, con lo tranquilos que estuvieron mis padres estos dos meses. Así que ya sabéis, si el domingo alguno quiere felicitar a mi madre, puede hacerlo aquí, le transmitiré los comentarios.

En fin, me voy a la cama, que empiezo a desvariar (mi madre me va a matar por el párrafo anterior), a ver si consigo dormir al menos cinco horas, porque quedé con el japonés a las 9 en Narita y mi trén sale a las 7:30.

Besos para ellos y abrazos para ellas… ¿o era al revés? Me empieza a afectar el jet-lag antes del viaje.

jueves, 4 de septiembre de 2008

...se despide de sus compañeros

Esta semana está siendo un poco rara. Es lo que tiene esto de estar nada más que dos meses en un sitio. Al principio te encuentras desubicado, luego empiezas a adaptarte y al final no sabes si tienes que estar aquí o allí. De todas maneras, con el tema de rellenar papeleo para dejar la habitación y otras historias, no hay mucho tiempo para pensar en ello. Precisamente esta mañana me sacaron de la ducha para darme un papel a rellenar con el inventario de la habitación. Imaginaros la situación, yo, con sólo una toalla en la cintura, con la puerta entreabierta, explicándole a una señora que no tenía ni idea de leer japonés.

Ayer por la noche me fui de cena con los estudiantes del laboratorio. Este año no he tenido tanto contacto con ellos como el año pasado, pero de todas maneras se agradece que se junten contigo para hacer una cena de despedida.

En realidad no tengo mucho para contar sobre la cena. Se trataba de una drinking party, en la que puedes beber lo que quieras durante un tiempo pactado. No creáis que no quiero enseñar fotos de la fiesta, no tengo casi ninguna. Además, esta vez he sido un chico bueno… por desgracia. Pero teniendo en cuenta que era miércoles, no se podía hacer mucho más, al día siguiente había que trabajar.

A continuación os enseño el colgante para el móvil que me regalaron.

Esto me recuerda una anécdota lingüística que me sucedió el año pasado. Voy a intentar contarla de manera que se entienda, aunque será un poco largo. Un día me preguntaron por mi nickname, y yo les dije que algunos de mis amigos suelen llamarme Berto. Este nombre es difícil de pronunciar para los japoneses, ya que ellos no terminan las sílabas en consonante, a no ser que sea con el sonido “s” o “n”. De manera que les hice la traducción al romaji japonesizado, los cual sería Beruto. Y aquí es donde vino el enredo. Los japoneses confunden el sonido de la “l” con el de la “r”, es decir, para ellos es el mismo sonido, que a nuestros oídos es como la “r” suave. Juntando todo esto: Beruto=Belt (cinturón en inglés). Así es que, cuando dije lo de Beruto, enseguida se llevaron las manos a la cintura diciendo “Obi, obi”, es decir, cinturón en japonés. Y esta es la historia de cómo pasé de llamarme Alberto a Cinturón, en unos segundos. Mirándolo bien, no me parece mal apodo el de Obi.

Mañana me voy para Tokio por la mañana. Mi vuelo sale el sábado desde Narita a las 11 de la mañana, así que no puedo ir directamente desde aquí. De manera que, probablemente esta será la última entrada que cuelgue en el blog, al menos desde Nagano. Aún me quedan entradas pendientes y además, esta noche tengo otra cena de despedida, esta vez con los posdoc y no sé quién más. Ya veis, me hacen dos cenas de despedida y ninguna de bienvenida… será que se alegran más de que me vaya que de que me venga. Prometo actualizar el blog en cuanto me sea posible. Sé que ya lo prometí el año pasado y nunca lo hice, pero en esta ocasión espero no faltar a mi palabra.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

martes, 2 de septiembre de 2008

...pasa el último fin de semana en Japón

Este fin de semana me quedé en Nagano. Tenía planes de ir el sábado con otros chicos del laboratorio a Karuizawa, una población de la prefectura de Nagano, donde parece ser que hay cosas interesantes para ver. Ya lo teníamos todo organizado, bueno, en realidad lo tenía organizado la chica tailandesa, pero el viernes vimos que el tiempo iba a empeorar y decidimos cancelarlo. Menos mal que lo hicimos, porque el sábado estuvo lloviendo todo el día.

De todas maneras, me venía bien estar un par de días tranquilo para recoger y limpiar un poco la habitación. Y sobre todo, para empezar a pensar en como empaquetar las cosas que definieron mi vida en estas tierras, en una maleta de menos de veinte kilos.

Lo más interesante que puedo contar aquí tiene que ver con comida. Ya lo sabéis, todo lo que sea comer, para mí está bien. El sábado fui a comer a uno de los restaurantes de una cadena especializada en curry al estilo japonés, lo que es una base de arroz con la salsa de curry y algo acompañando, que puede ser vegetal, carne, marisco o pescado. Primero se elige el acompañamiento, luego la cantidad de arroz que se quiere comer y el nivel de picante. Esto último es lo más importante. Hay 11 niveles de picante, del 0 al 10. Para haceros una idea, yo pido el nivel 2, aunque pueda parecer poco. Al principio uno piensa que va a poder aguantarlo, pero cuando vas por la mitad del plato, ya no ves la forma de terminarlo. Al final te pican hasta los labios y el estómago empieza a quejarse. Lo bueno es que en la carta te indica lo que te puede pasar con cada uno de los niveles. Del nivel 5 al 10 no pone nada, supongo que será directamente perforación de intestino.

Por la noche quedé con los chicos que están haciendo una estancia posdoctoral en el laboratorio para ir a cenar okonomiyaki, pero de este restaurante ya os hablé en otra entrada. Éramos dos coreanos, una tailandesa y un asturiano, suena a chiste.

Esto me recuerda una anécdota del año pasado. Mientras estaba yo aquí, vino un investigador mejicano por una semana. Por aquello de la proximidad lingüística, un día me invitaron a ir con ellos a comer sushi. La mesa en la que me senté yo también estaba el mejicano, un coreano y un japonés. De los cuatro, el único que comió el sushi con las manos fue el japonés. En algún sitio leí que es una de las pocas cosas que se puede comer con la mano sin parecer mal educado en Japón.

Como siempre, me voy por las ramas. Después del flashback, vuelvo a este año. El domingo me hice yo la comida, pero no creo que queráis saber lo que hice. Lo interesante fue la cena. Quedé con una gente de la residencia donde tengo la habitación para ir a un restaurante coreano. En Asturias no sé de ningún restaurante de este tipo, así que era una buena oportunidad de conocer la comida coreana. Además, nos lo recomendaron los posdoc coreanos, así que tenía que estar bien.

Lo que hay en medio de la mesa es una pequeña parrilla donde puedes hacerte la carne a tu gusto. La cosa rara que hay colgando del techo es una campana extractora.

La comida es bastante picante, aunque tanto miedo me habían metido, que al final no me pareció para tanto. Usan un montón de salsas diferentes, así que prácticamente no hay sitio en la mesa de la cantidad de platos pequeños que tienes que usar.

En este caso el chiste constaba de una tailandesa (la compañera del laboratorio), un chico de Myanmar, una chica de Lituania y el pesado del asturiano. Después de la cena fuimos a un karaoke, pero de esto no pienso poner fotos.

Esto fue lo más interesante del fin de semana, ya que el resto fue limpiar, recoger y dormir.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

viernes, 29 de agosto de 2008

...pasa otro domingo en Tokio

El domingo me levanté un poco más tarde que el día anterior y me dispuse a pasar un día dando vueltas por Tokio. Ya empiezo a conocer bastante bien la ciudad, pero es tan grande que todavía me quedan cosas que me gustaría visitar y hacer allí.

Había leído algo de que el Koishikawa Koraku-en era uno de los mejores parques de Tokio, así que allí me fui. Además, la guía también pone que es uno de los parques menos conocidos por los extranjeros, lo que lo hacía mucho más atractivo. De nuevo me alegraba disfrutar del privilegio de pasar muchas jornadas en Tokio, porque permite conocer cosas que nunca haría con sólo unos días.

El Koishikawa Koraku-en empezó a establecerse a comienzos de la era Edo, en 1629. En él se introdujeron elementos provenientes de la cultura china, e incluso reproducciones de algunos lagos y puentes de este país así como de otros puntos de Japón. El propio nombre del parque tiene origen chino, y viene a ser algo así como “el jardín para disfrutar el poder”

Me pasé unas horas dando vueltas por el parque, porque merecía la pena.

El sitio era muy tranquilo, a excepción de los gritos que daba la gente montada en una montaña rusa que había muy cerca del parque. Por suerte sólo se oían los gritos cada cierto tiempo, cuando llegaban a la parte más alta de la atracción.

Como nota curiosa, aquí os pongo una foto de uno de los trabajadores del parque. El hombre estaba quitando las hierbas del camino con una pequeña hoz, sentado en el suelo. Desde luego, no me imagino a los operarios del ayuntamiento de Oviedo haciendo lo mismo en el Campillín y menos en el suelo húmedo de la lluvia del día anterior.

Este es el Engetsu-kyoo, reproducción de un puente chino. En japonés significa “Puente de la Luna llena”, debido a que, con el reflejo en el estanque, produce el efecto de un círculo con la apariencia de la Luna llena.

El siguiente es el Tsuten-kyoo. No conozco la historia de este puente, pero la estampa es muy guapa.

Más adelante me encontré con esta cascada.

Que resultó ser una reproducción de la Shiraito no taki, una cascada que hay en la prefectura de Nagano.

Podría seguir enseñándoos fotos, pero sería aburrido y además mucho trabajo para mí el andar subiéndolas al blog y hoy estoy un poco vago.

Cuando terminé mi visita a este jardín, mi intención era la de ir a Odaiba, que es una zona moderna urbanizada en la bahía de Tokio. Allí estuve de pasada el año pasado, pero quería ir a un museo y a ver de cerca la réplica de la Estatua de la Libertad que hay allí. Pero antes fui a comer y me di un paseo por Harajuku para mirar algunas tiendas curiosas. El caso es que cuando llegué allí me encontré con que había un festival, el Super Yosakoi.

Era parecido al que había estado en Nagano. Había varios grupos, cada uno con su traje y su coreografía. La diferencia es que en este caso la música también era distinta para cada uno de los grupos.

Allí me pasé un buen rato, olvidándome del museo mientras veía los diferentes bailes. El tiempo pasó y la lluvia hizo su aparición, así que, cuando terminó el desfile, desistí de ir hasta Odaiba, habrá que dejar alguna cosa para la próxima vez.

Por cierto, no os creáis que no tuve problemas con el transporte público este fin de semana. Bueno, en realidad no se puede llamar problema, pero sí que tuve un pequeño susto. En una de las ocasiones en las que cogí el metro, hubo un momento en el que se quedó parado en medio del túnel durante un minuto. No fue mucho, pero cuando no te enteras de lo que dicen por la megafonía, es un poco acongojante (es que no uso otras palabras por si hay niños levantados).

Besos para ellas y abrazos para ellos.

martes, 26 de agosto de 2008

...pasa un sábado en Nikko

Uno de los sitios que tenía en mente visitar antes de venir por segunda vez a Japón, era Nikko (en romaji sería Nikkoo, pero voy a acortarlo porque normalmente se escribe de la otra manera).

El viernes fui hasta Tokio a media tarde para pasar la noche allí y poder ir temprano al día siguiente a Nikko. Como esta vez había cogido el hotel con mucho tiempo, pude encontrar algo con un precio apropiado al presupuesto de un pobre becario. El hotel Juyoh es uno de los más baratos de Tokio, recomendable si no te importa prescindir de ciertas comodidades, claro. La habitación es de estilo japonés, con tatami y un futón para dormir, y el baño es compartido para toda la planta. Pero haciendo el viaje de dos días, con una mochila, no se necesita más que un sitio donde posar la cabeza al llegar la noche. Lo que menos me gustó fue la zona, pero lo bueno que tiene Japón es que no te sientes inseguro en casi ningún sitio.

Ya veis que os estoy haciendo de conejillo de indias para un posible viaje por Japón, probando de todo.

El sábado por la mañana me desperté muy temprano para ir hasta Nikko, y es que aún tenía por delante un viaje de dos horas. El día amaneció relativamente bueno en Tokio, por lo menos no llovía, pero a medida que el tren se acercaba a Nikko, se iba torciendo, de manera que, cuando llegué, estaba cayendo una lluvia fina que me acompañó durante todo el día, por suerte de forma intermitente. Además, la temperatura había bajado bastante, así que incluso pasé un poco de frío, porque no me había llevado ni siquiera un chubasquero. La lluvia era tan fina que no me merecía la pena ni abrir el paraguas, porque el viento hacía que te mojaras igualmente. Así que, ya veis, haciendo de chicarrón del norte en Japón… más bien de turista tonto, pero bueno…

Como siempre, voy a empezar con una nota cultureta. Por lo visto Nikko ha sido considerado como un lugar sagrado desde el siglo VIII cuando un monje budista construyó una ermita. Más adelante, el primer shogun, Tokugawa Ieyasu, fue enterrado en este lugar y su nieto, Tokugawa Iemitsu, mandó construir varios templos, en honor de su abuelo y de si mismo.

El primer sitio que visité fue el templo Rinnoo-ji, que es uno de los tres centros budistas principales de la secta Tendai. Allí se puede visitar la sala Sanbutsu-doo, que como su nombre indica, contiene tres grandes budas.

En el interior de la mayor parte de los templos de Nikko no se podía hacer fotografías, así que no puedo enseñaros más que los exteriores.

Después fui hacia el Tooshoo-guu, un santuario sintoísta, donde se encuentran varios de los mayores atractivos de Nikko. Nada más entrar se encuentra el Shinkyuusha, un establo donde se encuentra el siguiente grabado.

Se trata de los tres monos sabios que “no oyen, no hablan y no ven”. Sí, tal vez tengan razón, a veces es más sabio aislarse de todo. Al lado se encuentra otra construcción con un grabado bastante particular. El autor de éste nunca había visto un elefante de verdad, así que creo que hizo bastante buen trabajo.

Subiendo unas escaleras se encuentra la Yoomei-mon, una puerta con una decoración y unos grabados impresionantes.

Como nota curiosa, decir que los constructores pensaron que la belleza y perfección de esta puerta podría ser la envidia de los dioses, así que, por si las moscas, una de las columnas tiene los grabados al revés que las demás. También hay quien piensa que se puede tratar de la imperfección de la perfección.

En este santuario se encuentra el mausoleo de Tokugawa Ieyasu. Para llegar a él hay que pasar por una puerta donde se encuentra el grabado del Nemuri-Neko, el Gato Dormido.

Al parecer, este grabado es famoso en todo Japón por su realismo. El camino hacia la tumba es una ascensión por unas escaleras flanqueadas de unos impresionantes cedros. Quizá estos sean más impresionantes que la propia tumba, que destaca por su sobriedad, en contraste con los vivos colores con los que están decoradas las demás construcciones del santuario.

En un primer momento me pareció demasiado sencillo para la tumba de un hombre que estableció el shogunato por encima del poder de los emperadores durante 250 años. Sin embargo, no había más que levantar la vista para darse cuenta de que lo impresionante no era la construcción, sino el entorno.

Al salir del Tooshoo-guu fui hacia el Futarasan-jinja, un santuario dedicado a la montaña Nantai o también conocida como Futara, cuyo edificio principal no tenía mucho interés, aunque el paseo a sus alrededores tenía bastante encanto. En especial, me llamó la atención esta fuente, porque tenía un mini-templo dedicado para ella sola. Además, tenía un letrero en el que se pedía que la gente no tirara monedas, cosa que me parece rara, ya que en todos los templos hay que echar monedas para rezar, por pequeño que sea.

El último santuario que visité en Nikko fue el Taiyuuin-byoo, el cual es el mausoleo del nieto de Tokugawa Ieyasu. Aunque parece una simple reproducción, a una escala menor, del Tooshoo-guu, el entorno y su fusión con él, junto con la niebla que había, le confería una atmósfera de cuento.

Una pena que buena parte del santuario estuviera cerrada al visitante, porque un paseo por sus caminos en medio del bosque hubiera estado muy bien. Después de salir de este santuario empecé el camino de vuelta hacia la estación. Me di una vuelta por el parque que rodea los templos. Aunque la lluvia empezaba a ser algo más que fina, me permitió ver el Shin-kyoo sin mojarme demasiado.

Este puente es una reconstrucción del original del siglo XVII. Se dice que aquí es donde el monje que fundó el primer templo de Nikko cruzó el río Daiya, cabalgando sobre dos serpientes.

Como ya empezaba a llover y se hacía tarde, cogí el tren para volver a Tokio. La mejor opción para hacer le viaje a Nikko es coger la linea Toobu que sale de Asakusa, así que, cuando llegué a Tokio, me di un paseo nocturno por el Sensoo-ji. De este templo ya hablé en una de las entradas del año pasado, pero creo que merece la pena enseñaros la foto con la iluminación nocturna.

Como la lluvia empezaba a ser bastante fuerte, después de darme un paseo por el mercadillo y las tiendas próximas al templo, volví al hotel para dormir, porque me encontraba bastante cansado después de toda la jornada.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

viernes, 22 de agosto de 2008

...pasa un domingo en Tokio

El domingo por la mañana me desperté temprano para intentar aprovechar un poco el día. Para seguir hablando de comida, en el hotel servían desayuno, pero al estilo japonés, es decir, con arroz. Me comí un par de onigiri, que son unas pelotas de arroz mezclado con otras cosas, como atún o algas. Sigo prefiriendo tomar algo dulce por las mañanas, pero era lo que había y mi estómago se adapta fácilmente.

Cerca del hotel había un edificio con una tienda de Bandai, que para los que crecimos en los ochenta y noventa siempre nos recordará a los Caballeros del Zodiaco, los Power Rangers o el tamagotchi.

Cogí el metro y me fui hacia Ueno. Un apunte sobre el metro de Tokio. Es realmente muy sencillo circular por el metro. Todas las indicaciones están en romaji y en muchos casos, en inglés. Llevando un mapa de la red de metro y trenes de Tokio es muy fácil orientarse. Aquí os dejo un enlace a un buen mapa, pero en los puestos de información de las estaciones también se pueden conseguir. Si se van a hacer muchos desplazamientos, conviene sacar el pase para un día. Por 1000 yenes (aproximadamente 6 euros) tienes acceso ilimitado a toda la red de metro durante un día. Es muy sencillo sacar este billete en las máquinas expendedoras que hay a montones en todas las estaciones, ya que tienen guía en inglés. Cuidado al comprar el billete, porque hay dos compañías de metro en Tokio. El billete que os comento sirve para todas las líneas, pero hay otro más barato que sólo sirve para las líneas de una de las compañías. Combinando este pase de un día con el JR pass (billete de la compañía JR que por un precio único se puede circular por toda la red de trenes y autobuses de JR durante el tiempo de validez: 7, 15 o 30 días) se puede circular cómodamente por todo Tokio.

Después de esta parrafada, viene la nota friki. Los japoneses están en todo y si no mirar esta recomendación.

Muy gráfico. Además, el espíritu consumista llega hasta los baños del metro. Esto son los anuncios que hay en frente de los urinarios en algunos baños del metro.

Es una buena idea. Llegas apurado, te descargas y cuando estás con la guardia bajada, levantas la mirada y te endosan el anuncio.

Bueno, me había quedado en que había vuelto a Ueno. Allí fui al Museo Nacional de Tokio.

Se trata del mayor museo de todo Japón. Tiene varias salas dedicadas a arte japonés y asiático. Además, tienen exposiciones temporales a las que se puede acceder con un sobreprecio en la entrada. En esta ocasión había una exposición de duelos de genios, que consistía en poner juntas varias obras de autores japoneses de la misma época para poder compararlas. Mereció la pena pagar el coste extra, había obras muy interesantes. No puedo enseñaros fotos porque, como es lógico, no se permitía sacarlas dentro de la exposición. Sin embargo, sí puedo comentaros algo curioso. En una sala había unos tazones para té donde se decía que uno de ellos era el más perfecto tazón para té, debido a sus proporciones. A vista de un occidental profano en temas de cerámica oriental, aquel tazón, arrugado y sin ningún tipo de ornamentación, no me parecía nada del otro mundo, pero la vitrina donde se encontraba estaba rodeada de decenas de personas y algunos tomaban notas y todo. Supongo que me queda mucho para poder apreciar estas cosas.

En el museo eché bastante tiempo y aún así no me dio tiempo a verlo todo con detalle. Después me fui a dar un paseo por Ginza, uno de mis barrios preferidos en Tokio. Volví a hacer una visita a la tienda Apple y al edificio Sony, donde se puede jugar con los últimos modelos y futuros lanzamientos de las dos compañías.

Este es un país de contrastes, y es que, muy cerca del extremo de la zona comercial más pija de todo Japón donde se pueden comprar bolsos de Louis Vouitton o diamantes, uno puede encontrar un callejón como este.

En este restaurante comí un tazón de arroz con sushi, tofu y sopa de miso, todo ello por menos de 6 euros. Una prueba más de que Japón no es un país caro si buscas un poco y te atreves a meterte en estos sitios.

A continuación me dirigí a uno de los barrios que me quedaban por visitar en Tokio, Ebisu. Este barrio es un sitio bastante tranquilo donde hay un gran centro comercial y un par de museos. El que me interesaba a mí era el Museo de la Cerveza Yebisu. La entrada es gratuita y no me extraña, porque es un anuncio constante de la marca Yebisu, pero por otro lado, no estuvo mal. Además, al final hay un bar donde se puede degustar las distintas especialidades de la marca por 500 yenes.

Después me fui a dar un paseo por Harayuku donde, a pesar de la lluvia aún había un montón de gente comprando y en el Jinguu-bashi había alguna chica vestida al estilo cosplay, pero de todo esto ya hablé el año pasado. A continuación, fui a dar un paseo corto por Shibuya, otro de mis barrios preferidos, pero la lluvia ya empezaba a caer en serio y no tuve ganas de mojarme otra vez como el día anterior.

Para terminar el día, una nota consumista. Hacía tiempo que le venía dando vueltas a comprar una cámara digital reflex, así que al final me decidí a dar el salto desde las compactas, ya que no iba a estar en mejor sitio para comprar una cámara de fotos. Al final me decidí por una Nikon D60 con un objetivo cutre para empezar a aprender un poco y luego ya veremos qué pasa.

Ya veis que finalmente no me pude resistir a la tentación de comprar un cacharro electrónico. Espero que en alguna de las próximas entradas os pueda poner alguna foto hecha con esta cámara, de momento puesta en automático, que tengo mucho que aprender.

Una vez saciado mi afán consumista fui a la estación de trenes para coger el shinkansen a Nagano. Podría terminar aquí, pero este año mis problemas con los trenes están siendo una nota predominante. No tuve ningún retraso, porque el servicio de trenes bala japoneses es el más eficaz del mundo. Al parecer, el único retraso hasta la fecha ha sido por un terremoto, y eso espero no tener que vivirlo, al menos en el tren. El problema fue que, cuando intenté entrar en la estación, la máquina no me dejaba pasar y me devolvía el billete. A la tercera vez de intentarlo me di cuenta de que me habían dado un billete para el día siguiente. Una vez más volví con los problemas de comunicación, y es que el que me había vendido el billete en Nagano no entendía muy bien el inglés (al menos el mío), así que debió de confundir Sunday con Monday. Menos mal que iba con tiempo bastante y pude cambiar el billete en el momento y sin sobreprecio.

Un día completo. Un punto friki, cerveza japonesa, cacharros electrónicos y problemas de idioma, creo que no estuvo mal el fin de semana.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

miércoles, 20 de agosto de 2008

...pasa un sábado en Oomiya

Este fin de semana no tenía pensado haber ido a ningún sitio, pero al final me animé a hacer un pequeño viaje, ya que la opción de quedarme en Nagano no me atraía mucho y algo tenía que contar aquí.

Me parece que casi ninguno habrá oído hablar de Oomiya. Se trata de un barrio de la ciudad de Saitama, cercana a Tokio. A los aficionados a los deportes, y en particular al baloncesto, debería sonarles esta ciudad, ya que allí fue donde se disputó la final del último campeonato del mundo de este deporte. Pues sí, fue en el Saitama Super Arena, que se puede ver desde el shinkansen que une Tokio con Nagano, donde España ganó el mayor trofeo de su historia en el baloncesto.

Esta ciudad no es muy turística, lo cual me vino muy bien para desconectar de la cantidad de gente que había en Nara y Kioto la semana anterior. Lo que me interesaba de Oomiya era un distrito en particular, el Bonsai-choo, conocido como Bonsai Village. Se trata de una zona de Oomiya en la que hay una gran cantidad de viveros de bonsáis.

La villa se construyó hacia los años veinte, después del gran terremoto de Kanto. Tras el desastre, algunos de los maestros de bonsái se trasladaron desde la ciudad de Tokio a Oomiya, a una zona por entonces poblada tan solo por árboles, zorros y mapaches. Como curiosidad, decir que existen cuatro condiciones para poder vivir en Bonsai-choo. Poseer como mínimo diez macetas con bonsáis (tiene lógica), mantener las puertas abiertas, no construir una casa con más de dos pisos y que los cercados sean de árboles de hoja perenne.

Otra de las espinas que tenía clavadas del año pasado era la de ver un museo de bonsáis. En realidad esto no lo conseguí, porque se trataba simplemente de viveros. Según parece, las exposiciones de bonsáis se tienen que hacer con las macetas de gala, sobre un pedestal, con un ukiyo-e (pintura japonesa sobre tela o papel) al lado y una planta de acompañamiento (información suministrada por Suárez-Rodríguez F). De todas maneras, había auténticas preciosidades. Aquí os pongo alguna foto que saqué, a pesar de que en alguno de los viveros no dejaban hacer fotos.

Yo, sin tener ni idea, disfruté viendo estos árboles en miniatura. Además, entre vivero y vivero se puede ir a la Casa de las cuatro estaciones a descansar un rato.

El descanso no me vino nada mal porque hacía tanto calor que casi me costaba respirar. Y es que se estaba preparando una buena tormenta. Al terminar la visita a los bonsáis me fui hasta Tokio. Mientras iba en el tren, empezó a llover bastante, suerte que cuando llegué a la estación de Ueno, ya había amainado un poco. Aún así tuve que abrir el paraguas plegable que me había comprado esa misma semana, previsor que es uno.

Entre los distritos turísticos de Tokio, Ueno, junto con Asakusa, es donde la extrema modernidad aún no ha penetrado completamente. Había dos razones para ir hasta allí, porque el hotel que había cogido estaba relativamente cerca, a sólo dos paradas de metro y además quería ver algún museo, ya que en Ueno-kooen (el parque Ueno) están los mayores museos de Japón.

Al salir de la estación me encontré con esto.

Aún no había comido, y ya era bastante tarde, pero resistí la tentación de entrar en este sitio. Preferí ir al mercadillo Ameya-yokochoo, que está al lado de la estación de Ueno. Lo siento, no me puedo resistir a hablar de comida, pero es que uno, desde fuera, se hace la idea de que Japón puede ser muy caro, sin embargo, es fácil encontrar restaurantes de comida rápida japonesa de calidad en los que puedes comer por 650 yenes (unos 4 euros). No es que sea una comida excepcional, pero para ir en plan de turista mochilero está más que bien.

Después de comer fui al Museo Nacional de la Naturaleza y Ciencia.

El museo consta de dos zonas. Una galería global y otra dedicada a Japón. Ambas galerías están divididas en varios pisos con distintas secciones sobre fauna, flora y tecnología, desde los tiempos de los dinosaurios hasta la actualidad. El problema para los occidentales en los museos japoneses es que apenas tienen paneles explicativos en inglés, aunque en este caso tienen muchas pantallas interactivas con traducciones. De todas maneras, el museo es muy visual, es decir, apenas se necesitan paneles explicativos. Sin embargo, donde más lo eché en falta fue en una zona en la que se podía experimentar, a modo de juego lúdico, con varias propiedades físicas de los materiales y otras cosas. Algunos aparatos eran evidentes, pero en otros casos lo que hacía era esperar a que algún japonés jugara con las máquinas y luego lo intentaba yo. La batería de la cámara se me acabó al poco de entrar en el museo, así que no os puedo poner fotos. Lo bueno es que se me acabó justo cuando estaba intentando fotografiar unos nanotubos de carbono. Para quien no lo sepa, yo estoy en el Institute of Carbon Science and Technology, dirigido por Morinobu Endo, que cada año está nominado a los premios Nobel de química y física, sin conseguir ni uno ni otro, por haber descubierto los nanotubos de carbono. Puede que fuera una señal que no los pudiera fotografiar.

En el caso de que alguien quiera visitar Tokio, no considero este museo como una prioridad si no se disponen de muchos días, pero puede resultar un buen sitio donde pasar una tarde de lluvia entretenida.

Cuando terminé con este museo, no me dio tiempo a ver más, ya que aquí cierran a las 18:00, excepto los viernes que algunos cierran a las 20:00, de manera que me fui al hotel para dejar las cosas. Esta vez, como me decidí tarde a hacer el viaje, no encontré un sitio barato donde dormir. Es lo malo de viajar solo, no puedes compartir gastos y las habitaciones individuales salen casi al mismo precio que las dobles. El hotel no estaba mal, por si os interesa, aquí podéis encontrar la dirección de la cadena a la que pertenecía el hotel donde me quedé.

Estuve descansando durante un rato, mientras cargaba un poco la batería de la cámara, para salir a dar una vuelta nocturna. Me acerqué hasta Akihabara, el barrio de la electrónica, para ponerme los dientes largos con la tecnología a buen precio que se puede encontrar allí. Allí se encuentra uno de los centros comerciales más grandes dedicado a aparatos electrónicos, el Yodobashi Kamera de Akihabara. Después me di una vuelta por el barrio, entre tienda y tienda. El problema fue que, mientras estaba por allí, empezó a llover de una manera increíble, caía agua como si nunca lo hubiera hecho. Yo me las di de listo, porque iba con mis flamantes playeros de gore-tex que me había comprado antes de venir a Japón, porque sabía que me podía pasar una cosa así. Bueno, pues los malditos playeros me calaron, no duraron ni cinco minutos. Por el contrario, el paraguas de tres euros que había comprado aguantó perfectamente.

Como no parecía que fuera a parar en breve, me fui hacia al hotel, desistiendo de dar un paseo nocturno por Roppongi (barrio de movida occidental en Tokio), como tenía pensado. Cuando dejé el metro, había parado de llover, así que tuve la posibilidad de sacar esta foto.

Se trata del Sumida-gawa (río Sumida) a su paso por Asakusa. A la izquierda de la foto se puede ver una de esas autopistas elevadas tan típicas de las grandes ciudades de Japón.

Eso sí, teníais que haberme visto en el hotel con el secador enchufado a los playeros para ver si me secaban para el día siguiente.

Bonsáis, museo y lluvia, un típico día de turista en Japón.

Besos para ellas y abrazos para ellos.

viernes, 15 de agosto de 2008

...pasa un domingo en Kioto

Como ya dije, quise volver a Kioto para intentar ir a algunos sitios que no pude visitar el año pasado. Una espina que tenía clavada era la visita al santuario Fushimi Inari Taisha. Inari es la deidad de los cereales, así que, teniendo en cuenta la cantidad de arroz que se consume aquí, creo que tiene que tener mucha importancia. Según la guía es uno de los santuarios más venerados de Japón. Este zorro es uno de los mensajeros de la diosa, y en su boca porta la llave del granero, así que habrá que tener cuidado con él.

El santuario es un enorme complejo que se extiende por la ladera de una montaña con varios templos principales y cientos de ellos en miniatura. Pero la característica de este templo es la ingente cantidad de toriis rojos, que se encuentran por todo el complejo. El sendero que recorre la montaña uniendo los templos está cubierto en prácticamente un noventa por ciento por los toriis.

Si alguno ha visto la película Memorias de una geisha, siendo niña, la pequeña Sayuri huye, no me acuerdo de qué o quién, corriendo por uno de los pasillos de toriis como el de la foto anterior. Eso sí, tenía que haberse presentado a las olimpiadas, porque en cuestión de segundos recorrió el camino que lleva desde Gion hasta Inari, y tiene que haber al menos cinco kilómetros. Supongo que habrá que perdonarles por aquello de la licencia poética. Y si después la niña se convierte en Ziyi Zhang, pues con más razón.

Las siguientes horas las pasé recorriendo el santuario, y es que, como dije antes, el recinto es inmenso. Así que, con el calor que hacía, a pesar de estar en un bosque, a la sombra, sudé la gota gorda para intentar ver todo lo que pudiera, sin embargo, llegó un momento en el que tuve que dar la vuelta, porque se me hacía demasiado tarde, para poder ir a algún otro sitio. Pero el paseo mereció la pena, aunque sólo fuera por ver un sitio como este en el bosque en medio de la montaña.

Lo que es curioso es el negocio que tienen montado alrededor de todos los templos en Japón. En este santuario en particular, había máquinas de bebidas por el recorrido, y cuanto más arriba llegabas, más costaba la bebida. Supongo que en todos lados se aprovechan del infortunado turista que, después de la caminata, paga lo que sea por una botella de agua. De todas maneras, no me puedo quejar, porque aquí la bebida es bastante barata. Por una botella de agua de medio litro, en el sitio más caro, fueron unos 190 yenes, lo que es menos de 1.20 euros.

Para terminar con este santuario, aquí os pongo una foto de uno de los mini-templos que se pueden ver por todo el recorrido.

Es casi una obsesión por los toriis.

Relativamente cerca de este templo (en tren), se encontraba el Daigo-ji. Este templo es otro de los lugares declarados patrimonio de la humanidad en Kioto. La verdad es que tenía que ser precioso, lástima que yo no lo pudiera encontrar. Una de las cosas que tiene el salirse un poco de los circuitos más turísticos internacionalmente hablando, es que las indicaciones en inglés, o por lo menos en romaji, son muy escasas. Además, ni la guía, ni el mapa turístico de Kioto cubren esa parte de la ciudad. De manera que me pasé casi una hora buscando el maldito templo, sin éxito. Por lo menos encontré otro, el Zuishin-in. No encontré información sobre él en la guía, pero según lo que ponía en el letrero de la entrada, aquí estuvo una mujer cuya belleza nunca fue superada. Lástima que yo no la vi. Por lo menos os puedo poner una foto del templo.

Después de esto me dirigí hacia el centro de Kioto para comer algo. No tengo foto, pero ya que he estado hablando de comida durante las dos anteriores entradas, deciros que comí yakisoba, que no es más que soba cocida, pasada por la plancha junto con verduras, carne y demás.

A continuación cogí el autobús para ir hacia la zona de Arashiyama (literalmente es la montaña de la tempestad, pero no sé si se traduce así realmente), para visitar el Tenryuu-ji. Durante el trayecto, un señor se dirigió a mí y empezamos a hablar en inglés. Cuando supo que era español, empezó a hablar algunas palabras en castellano, aunque después continuamos en inglés. Resulta que al hombre, de 72 años, le encanta viajar y se puso a estudiar castellano porque ya fue tres veces a España. Decía que le quedaba poco tiempo para visitar todo lo que quería ver, que el mundo es muy grande y que ahora que todos los días son domingo para él, tenía que aprovechar el tiempo. Ciertamente, es una forma de ver las cosas que me gusta.

Volviendo al tema del templo… sí, este sí que lo encontré, y mereció la pena. El Tenryuu-ji es otro de los lugares declarados patrimonio de la humanidad. Como muchos otros de los grandes templos de Kioto, éste también fue una villa, en este caso de un emperador. Al parecer, un sacerdote soñó que un dragón salía de un río de los alrededores, así que interpretó que el alma del emperador no estaba en paz, por lo que levantaron el templo para calmarlo. Yo diría más bien que al sacerdote le gustaba el sitio y asustando al emperador consiguió quedarse con la villa.

La visita al templo se puede hacer en dos fases, por dentro de la construcción principal y por el jardín. No sabría decir cuál de las dos me gustó más. Esta es la entrada a la villa.

Una vez dentro, se hace un recorrido por varias construcciones de madera. Dentro de la sala principal uno se puede sentar en el tatami y disfrutar de la calma que allí se siente.

Y es que, a pesar de la gran cantidad de turistas, nadie alzaba la voz más de la cuenta. Tal vez las vistas al jardín ayudaran a calmar a la gente.

Después de salir de este templo, sólo tenía tiempo de ir a recoger mis cosas al hostal y coger el tren hacia Nagano. Podría terminar aquí el relato del domingo, pero el fin de semana estaba gafado.

El viaje a Nagano, como os dije hace dos entradas, se hace pasando por Nagoya, donde se coge el tren express. Pues bien, si ya el sábado tuve problemas con el tren, este día fue algo increíble. Cuando estaba esperando el tren, vi que la gente ya se iba poniendo a la cola para entrar en los vagones de asientos no reservados. Para mí es mejor coger billetes sin reserva porque, si pierdes el tren siempre puedes coger el siguiente, si se reserva, no. Bueno, el caso es que empezaron a decir algo por megafonía sobre el tren que yo tenía que coger, pero no acertaba a entender nada más. Al principio no me preocupaba, porque el resto de gente no se movía. Pero cuando el tren se retrasaba ya 10 minutos, no sabía qué hacer, porque nunca me había pasado en Japón el sufrir semejante retraso. De todas maneras la gente no se movía, así que allí me quedé, a pie firme. El tren seguía sin llegar, por lo que intenté preguntar, pero la gente que estaba por allí apenas hablaba inglés. Así estuve esperando durante una hora y veinte minutos. Yo sólo podía pensar en cómo me las iba a arreglar para dormir en Nagoya sin nada reservado, así que, creedme si os digo que era el tren más guapo que he visto en mi vida. Al final llegué pasada la media noche a Nagano, sin un sitio donde entrar a cenar y sin nada en la nevera. Menos mal que aquí hay un montón de tiendas de 24 horas donde comprar algún plato precocinado.

Este problema oscureció un poco mi fin de semana en Nara y Kioto, sin embargo, me quedo con las dimensiones del Todai-ji, el paseo bajo los toriis y la paz observando el jardín del Tenryuu-ji.

Besos para ellas y abrazos para ellos.